Ntra .Sra. María Santísima de las Penas

Y la Madre también llegó. 

Con sumo celo se trató todo lo referente a nuestra Madre. No había prisa, aunque si demasiadas  ganas. Ella, aun sin estar se encontraba entre nosotros. Tan sólo quedaba materializar su imagen para confirmar su presencia física.

La empresa se prometía ardua. La calidad, fuerza, expresividad y belleza de Nuestro Señor en su Sentencia suponía un poco más de complejidad a la búsqueda del imaginero encargado modelar a María Santísima de las Penas. Para esta ocasión la Junta de Gobierno nombró una comisión que se encargara de buscar imaginero y que realizara una intensa labor de investigación y de criba hasta llegar a los posibles candidatos que reunieran las suficientes actitudes y méritos.

Tras meses de intensa labor de búsqueda y filtrado de posibles candidatos, la comisión eligió a varios finalistas que fueron presentados con sendos expedientes con el curriculum, obras de mayor relevancia, reconocimientos, etc. Los nombres propuestos eran, entro otros: Luis Álvarez Duarte y Francisco Romero Zafra.

De nuevo, Álvarez Duarte asomaba en el proceso de selección para un titular de la hermandad. Permanece en mi recuerdo aquella tarde de sábado en la que el Cabildo de Oficiales debía pronunciarse por uno u otro candidato. Tras el primer descarte quedaron dos finalistas cuyas fuerzas estaban muy igualadas y la Junta de Gobierno se encontraba dividida a partes iguales. Cualquiera que fuera elegido era un gran merecedor de tal designación. Y tras las varias votaciones que se sucedieron la balanza se declinó a favor de Romero Zafra. Algo que fortaleció aquella difícil decisión fue que una vez elegido el imaginero la parte de la Junta de Gobierno que optaba por el otro candidato cerró filas ante el elegido, lección que nos sirvió como ejemple de unidad. Como anécdota y si la memoria no me falla, era un 1 de noviembre y esa misma tarde la Casa Real anunciaba el compromiso de los actuales Reyes de España.

 

Fue el día del Bautizo del Señor, domingo siguiente a Epifanía, 11 de enero de 2004 cuando en Córdoba se firmaba el contrato de hechura de María Santísima de las Penas. En aquel acto se le entregó a Romero Zafra un cuadro con la imagen de Nuestro Señor en su Sentencia para que inspirara al imaginero en el modelado de la Madre que habría de acompañarlo en su caminar cada Santa Madrugá.

El 17 de abril de 2005 conocíamos la efigie de la Reina de Santa Teresa, en barro policromado. En el corazón de aquel nutrido grupo de ilusionados hermanos de la Sentencia, nació la devoción y casi una primera plegaria. El entusiasmo crecía por momentos. Ella era un poco más real y más cercana. El 22 de julio veíamos por primera vez la imagen en madera, con la policromía aun sin terminar y con tímido velo que cubría su pelo.

El 3 de septiembre de ese mismo año, María Santísima de las Penas era presentada totalmente acabada. Tras unos instantes de euforia contenida e ilusión contagiosa la imagen salió con destino a Úbeda. Desde este día hasta el 15 de octubre, día previo a la bendición, María de las Penas se hizo una monjita más y permaneció en la paz monacal del Real Monasterio de Santa Clara. Allí acompañó a nuestras hermanas espirituales en el coro alto, ataviada con un hábito similar al de las religiosas. Vino a cubrir el hueco de quien tuvo el privilegio de conocerla antes que nadie en Úbeda y que llevó en su viaje eterno una fotografía inédita de nuestra Madre. Sor Magdalena no pudo esperar a su llegada y quiso dejarle su espacio, contemplándola desde el coro eterno del cielo, donde cuida de su hermandad.

Amaneció como la reina que es aquella mañana de octubre. El mes dedicado al Santo Rosario, conoció a la Reina y Señora de Santa Teresa.

    

AUTOR: Pedro Ángel López Barella

 

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